25 Mar 2017 - 9:00 PM
Por: Héctor Abad Faciolince
Con el oro podría escribirse uno de los capítulos más alucinantes de la interminable historia de la estupidez humana. Básicamente, el oro es un metal inútil. Resistente, brillante, sin duda, pero salvo una corona en las muelas, algunas cantidades mínimas en microcircuitos, y joyas que en realidad solo tienen la función de hacer alarde de riqueza, el oro no sirve para ningún otro fin que para ser atesorado en las cavas gigantescas de los bancos centrales del mundo. Si fuera útil de verdad, lo sacarían de allí y lo usarían en algo, pero pasa la vida guardado en lingotes apilados que duermen protegidos en bóvedas blindadas, secretas, custodiadas. Su valor no es real, sino simbólico. Leer más
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