Algo ya iba mal
Numerosos analistas han presentado en días pasados lo que
consideran un desplome del nivel que tenía el país en el índice de
desempeño ambiental, conocido como EPI por sus siglas en inglés,
trabajado por las universidades de Yale y Columbia.
Por: Elespectador.com
Editorial 12 Mar 2014 - 9:50 pm
Con todo, una revisión fría del indicador nos lleva a
afirmar que no se trató de un “desplome” sino de un “sinceramiento”. La
aplicación del conjunto del índice entre 2008 y 2014 no sería
comparable, aunque sí lo serían algunos indicadores individuales.
La
cruda realidad de la medición es que en temas de gestión climática y de
energía estamos mal. El indicador de cobertura forestal, que antes sólo
medía la cantidad absoluta y hoy mide la relación entre bosque y agua,
nos hizo descender abruptamente. Si el índice de 2008 nos situaba muy
alto por la parte limpia de nuestro país —una proporción todavía alta
del territorio cubierto de ecosistemas naturales—, el índice de 2014
muestra que en la parte más habitada de nuestro territorio venimos
creado un ambiente sucio.
Los nuevos indicadores relacionados
demuestran un bajo lugar en impactos ambientales sobre la salud humana,
la calidad del aire, el agua potable y el saneamiento básico.
Solamente
superamos a algunos países de la región en el manejo de pesquerías
marinas. Hay que señalar que el EPI no da peso a las pesquerías
continentales, lo cual nos “favorece” frente a la operación estadística,
pues el Instituto Humboldt viene ilustrando científicamente el proceso
de colapso de los recursos hidrobiológicos continentales, con el riesgo
de extinción avanzado de algunas especies. Así, un puesto relativamente
más alto que algunos países de la región no es síntoma halagüeño, pues
en muchos casos el índice sólo refleja la existencia del atributo y no
la gestión del mismo.
Seguimos altos en el tema de bosques, porque
todavía por fortuna hay muchos, no necesariamente porque tengamos una
gestión eficiente. Sigue la deforestación y no hemos adoptado una
policía forestal. Igual podríamos decir del índice de biodiversidad,
principalmente centrado en las áreas protegidas. Así las cosas, el
mejoramiento de la información y el refinamiento del índice para abarcar
más temas no es en sí mismo un colapso en la gestión ambiental, sino un
sinceramiento de cosas que ya venían mal. En realidad, bien leído,
indica que nunca las cosas estuvieron tan bien como antes lo sugería.
La
propuesta es tomar el EPI como indicador general para compararnos. Que
sea un tema de opinión, y de rendición de cuentas, más allá de la fácil y
devaluada retórica ambiental. Un índice que agrupa atributos a nivel
nacional, sin embargo, no debería ser la única fuente de seguimiento,
pues nuestro país todavía tiene situaciones contrastantes: por un lado,
contamos con algunas de las áreas naturales más extensas y diversas del
mundo, y por el otro, tenemos un territorio habitado que ostenta ya una
enorme huella ecológica acumulada. El problema no es el presunto
desplome, sino la trayectoria que hemos tomado, que primero produce
crisis en lo local, antes de llegar al índice de las prestigiosas
universidades.
Para la prosperidad y la paz para todos, hay
evidencia suficiente de que es necesario contar con el potencial y la
fragilidad ambiental del país. Una reflexión para este 2014, cuando
celebramos 20 años de la creación del Sistema Nacional Ambiental, con la
promesa no cumplida de revisar la institucionalidad ambiental, en
particular la reforma de las CAR. Así, el verdadero desplome ambiental
podría venir de la reedición de la misma política en el período
presidencial que viene.
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